viernes, 19 de abril de 2024

Lo no pintado


porque es ahora donde empieza lo que se tarda en completar, todos los trazos que caben en un plano sin sus límites definidos, en el que los nubarrones cubren los picos helados de las montañas acartonadas, en ese mapa invisible surcado bajo los pliegos de la infancia, cuando todas las cosas estaban por hacerse.

(sin) entramado, abrace algunas teorías, pero desde el barroquismo más vulnerable, ese que no sabe de lecturas consecuentes, ni problemas apropiados ilícitamente. Acaso el poema se transformó en relato, pero un relato autocompasivo, intervenido desde un risco desde donde era posible sostener el anclaje de la literatura.

Pero no sé cómo sigue, porque hace años que sigo jugando con un hilo rojo, para que parezca una intervención pictórica de un cuadro por hacerse, en donde creo saber en qué parte estará ubicado lo que debe conservarse, sin ovillos enredados ni cortinas de flores enteladas.

acaso lo siguiente:

dos manzanas tenuemente iluminadas, una cesta de mimbre y un escarabajo de papel glasé.

el hilo colgando de la cesta.  

viernes, 12 de abril de 2024

Lo que sigue sin resolver


Amparado en el murmullo que persiste entre los meandros y las encrucijadas, de aquello que cultivamos en el atardecer de una remembranza, donde el olvido trepa hacia un alto promontorio, solo para observar el plano sesgado de lo que aún cesa sin conciencia.

el recorrido ya trazado, la desazón con sus clavijas exhibiendo el triste laberinto del cual no encontramos salida, el balcón de otro tiempo que ha vuelto a ser pintado, el hilo amarillo que cuelga entre girasoles.

luego la lluvia, con un reflejo de rosas pálidas bajo el sol de mayo, donde parece que la luz se posa sin su sombra en el empedrado de la infancia, como si el mundo fuera a perderse al otro lado de la línea.

ocurre de vez en cuando, estos silencios iridiscentes, alguien que cruza la calle en el mismo momento que alguien abre una ventana, el murmullo de algo que se aleja, las preguntas sin resolver.

viernes, 5 de abril de 2024

El dragón que alguna vez vi

Natalicio Barragán apuró su copita de caña quemada y salió tambaleante. Ya en la calle, repitió el cotidiano milagro de atravesar con distraída placidez la avenida recorrida a esa hora de la noche por autos y colectivos enloquecidos. Y luego, como si caminara sobre la insegura cubierta de un barco en mar gruesa, bajó hacia la Dársena Sur por la calle Brandsen. Al llegar a Pedro de Mendoza, las aguas del Riachuelo, en los lugares en que reflejaba la luz de los barcos, le parecieron teñidas de sangre. Algo le impulsó a levantar los ojos, hasta que vio por encima de los mástiles un monstruo rojizo que abarcaba el cielo hasta la desembocadura del Riachuelo, donde perdía su enorme cola escamada. Se apoyó en la pared de zinc, cerró los párpados y descansó, agitado. Después de unos momentos de turbia reflexión, en que sus ideas trataban de abrirse paso en un cerebro lleno de desperdicios y yuyos, volvió a abrirlos. Y de nuevo, ahora más nítidamente, vio el dragón cubriendo el firmamento de la madrugada como una furiosa serpiente que llameaba en un abismo de tinta china…

de Abaddón, el exterminador

Alguna vez, me detuve en el comienzo de este libro de Ernesto Sábato, porque me había parecido un sugestivo recurso cinematográfico, la imagen de un borracho que se espantaba al ver un dragón arrojando fuego por las fauces de sus siete cabezas, en las nocturnas calles del Riachuelo de Buenos Aires.

Después de muchos años, al cruzarme con esta fotografía vinculada con el año nuevo chino, volví a releer estos párrafos, y la imagen ya no estaba, ahora era solo un relato, pero yo había visto el dragón…

Me pregunto si tendrá que ver, acaso por lo anacrónico del recurso narrativo, el plano que luego agregué con interrogantes propios, o si pinté en un lienzo gastado, con menos énfasis, un amanecer fulgurante, el que Sábato no tuvo necesidad de ilustrar.

Tal vez no estuve lo suficientemente sobrio.

Anteriormente me había pasado algo similar con una película, la primera impresión agregó destellos y fuegos artificiales que la obra no tenía, los héroes se transformaron en caricaturas, al paso de los años solo quedaron las canciones.

al lugar donde has sido feliz, no deberías volver nunca, dijo Joaquín Sabina.

Me pregunto si algún día volveré a leer Corazón, de Edmundo de Amicis, o Ivanhoe, del escritor escocés Walter Scott -los dos primeros libros de la infancia- porque tuvieron lugar  en un tiempo donde las calles estaban cubiertas de mariposas, en donde había noches que las ranas parecían salpicar tañidos de luz entre los charcos de agua.

esos días acaso perfectos, envueltos en una niebla amarilla, el pasto sin cortar.

viernes, 29 de marzo de 2024

En nombre de aquel Dios

El otro día (hace años), un niño junto a un hombre tocó el timbre de mi casa (que no funciona), para hablarme de Dios, lo hacía repitiendo de memoria lo que el señor que estaba detrás le había inculcado, de nada sirvió que le dijera que no creía en todo eso que estaba diciendo, el niño me preguntó por qué estaba enojado con Dios, fue allí que se hizo un silencio, y sentí enojo no por lo que decía el niño, sino por el hombre que asentía orgulloso lo que su cordero estaba repitiendo sin ningún tipo de razonamiento. Me enojó el lavado de cerebro.

Elegí el silencio y proseguir con mi día, el niño y el hombre se fueron sin mi respuesta, pero me hubiera gustado decirle, que cuando tenga la edad suficiente, lea el Evangelio según Jesucristo que escribió José Saramago, que entienda lo que fue el Concilio de Trento, que estudie lo sucedido en torno a las cruzadas medievales en nombre de aquel dios (como gustaba escribirlo el Nobel portugués), que comprenda cabalmente las atrocidades que se cometieron en nombre de la Iglesia Católica, así como de otras religiones.

En qué se convierte ese niño es un dilema.

La historia sigue su curso, así como la literatura ofrece su amparo.


viernes, 22 de marzo de 2024

Absenta

Voy entrando en un espiral, acaso la noche es esa luz blanca, como un chorro de agua, poblada de tibios sentidos.

los tallos líquidos de las botellas que se abren como árboles, busco un tamiz para poner un terrón de azúcar, evado el humo que gira denso, en los pliegos verdes del fondo lechoso, mientras algo cae sin peso.

un murmuro en el aire (carmín)

la penumbra que declina

                                        algo perpleja.           

no es esta la esfera que parecía pertenecerme

la de los nenúfares

                  como calas que declinan

                                 en un atardecer sin abejas.

soy yo,

el otro,

que ahora bebe,

muy quieto,

silenciosamente callado. 

sábado, 16 de marzo de 2024

El anhelo de lo inabarcable

Hay algo que admito, entremedio de planos que cruzo con frecuencia -desde lo conceptual y lo efímero- que es mi limitada concepción de lo creado. En ocasiones, es más el anhelo por cruzar el plano con ideas nuevas, que tratar de comprenderlas para desde allí tensarlas con otro entendimiento.

Esa segunda naturaleza es ahora mi principal dificultad.

viernes, 8 de marzo de 2024

La idea que aún carece de palabras

 Alguna vez, en la inmediación de una periferia, descubrí no entender el trazado de una elipsis, me interesaba la figura para aplicar un entendimiento en otro plano diferente. Era como ir hacia un concepto concebido desde la filosofía para insertarlo (si cabe el término), a un poema vinculado con un problema, dirimido bajo los parámetros de la crítica literaria. El problema, a su vez, tenía su propia bibliografía no frecuentada en este experimento.

En esa hora temprana, necesitaba prescindir del contexto.

El trazo elíptico habilitaba comprender el bosquejo de ideas desde una imagen fija que representaba un recorrido dinámico. El problema es admitir que uno se queda en la superficie de esa idea, y se pierde la inocencia del entendimiento, propio de toda lectura despojada de influencias. Fue allí donde comprendí la deformación de la escritura, elegir el barro en vez de soslayar las teorías no concurridas, acaso perderse…

Este puente suele desbarrancarse, uno cree muchas cosas, por ejemplo, que algún día habrá que cruzar hasta la otra parte del río, y traer una cuerda, lo suficientemente larga para tensarla de orilla a orilla, y así poder comunicar una idea.

Hacen falta símbolos, un nuevo lenguaje social, en este pretexto que es toda literatura

y aún hoy no tengo el valor de usar una máscara.