sábado, 18 de agosto de 2012

Los poetas que se apartan


El poeta se alimenta de materias fungibles y quebradizas.
Hasta hoy no se sabe de donde viene la niebla que manipula…
Milton de Lima Sousa

Pienso en aquellas almas que viven sus vidas como poetas pero apartados de los circuitos literarios, de las salas luminosas, de las voces concurridas.
Algo de todo eso le pasó a Milton de Lima Sousa, “el poeta más desconocido del Brasil” según lo refiere Rodolfo Alonso en su libro de ensayos poéticos “La voz sin amo”. Allí el escritor brasileño, interrogado en una carta, contesta lo siguiente:

"No entiendes por qué mi poesía no es valorizada en Brasil. Te explico. En primer lugar, como sabes, vivo enteramente apartado de los llamados medios literarios, organismo fantasma que generalmente crea las reputaciones en el país. No frecuento a los cronistas literarios ni conozco a las personas que circulan como críticos. Soy, por temperamento, más inclinado a convivir con el silencio y la soledad. Me repugnan las gimnasias de plaza pública. Impregnado de zen, no quiero nada más que crear mi poesía. Y aun eso es difícil, pues estoy obligado a salir de casa para ganarme el pan. Admiro a los grandes enclaustrados, comenzando por Emily Dickinson, quien, no habiendo dicho nada, dijo todo sobre la vida del poeta y de la poesía. Su lección es inagotable."

Cuántos poetas arrastrarán para si estas disquisiciones, libros bajo la forma de fotocopias que esperan ser descubiertos, poemas que se van olvidando en la niebla del tiempo.

Alguna vez, aquel poeta se encontró golpeando la puerta de una editorial, o tuvo la osadía de enviar sus fragmentos a un crítico literario. Este, a su vez, rodeado de montañas de manuscritos, le aseguró que en algunos meses podrá leer el poemario y brindarle una respuesta. Si queda, si resulta, es probable que el poeta deba costear una parte de la publicación, esto a veces incluye algún paréntesis seguido de innumerables puntos suspensivos….
Si no hay acuerdo, el poema vuelve a manos del poeta, quien sale a la calle con el manojo de papeles y la desesperación intacta.

Hay una mirada recurrentemente urbana en todo esto, la del poeta polvoriento que sale de una imprenta con los originales en la mano, no hay película que pueda retratar esta escena, donde pueda verse la mirada del poeta que lo tiene todo y a la vez no tiene nada, luego este mismo escritor va a una plaza de artesanos, acomoda los libros en el pasto, y deja un cartel que dice “poesía alternativa” sin saber bien que significa eso, ocasionalmente recitará sus versos en bares de mala muerte, soportando el lejano ladrido del amanecer. A su tiempo abrirá un blog y esperará ansioso los nocturnos comentarios.

El poeta que apoya siempre el mismo rostro en la ventana fría de un colectivo. El poeta de los zapatos viejos. El poeta que balbucea en un café literario. El poeta que se vuelve una mala película de su propia escritura. El poeta que busca una crítica bajo la luna roja. El poeta que cuelga los poemas en un hilo. El poeta que vuelve del trabajo que nada tiene que ver con la poesía. El poeta de la familia que no sabe que es poeta. El poeta que se paró en la mesa. El poeta que bebió ginebra toda la noche. El poeta que escribe poesías…

En el medio de todo eso, hay alguien que se aparta, luego algo, el origen de algo, deja de saberse, o como dice Milton de Lima Sousa, al poeta “Una legión de seudos (seudos del no-ser)
Le hiere el plumaje, pero nadie sabe dónde el pájaro nidifica”.

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